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diálogo con Gabriel II A Gabriel le aburre soberanamente el pasado. Lo que llama, no sin cierta ternura, las tragedias privadas. Por eso, cuando le cuento cosas que han ocurrido en el tiempo, me mira sin pestañear y enseguida se desentiende. --Las anécdotas -- dice -- pueblan y confunden, y el camino es estrecho. En esto de existir, conviene quedarse en lo oscuro: no hay más elocuencia que la de los enigmas. El corazón lo sabe. Por eso se mueve en silencio, evitando avanzar y también huir. Sin el reproche que es lento, sin la atadura de los sentimientos, sin la urgencia de la ambición, la ruta hacia la nada resplandece: las cosas flotan como en la mirada de un dios, en una topografía invisible. Créeme, la pena no es necesaria. Sólo un cuerpo traslúcido. Un apego a los sitios devastados. Una vocación a la luz, brillante como la sabiduría de jugar. Algún dia, tomarás el cuaderno que está desde siempre esperándote y empezarás a construir tus paredes de canto y después, a saltarlas. |
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©1994, Maria Negroni. Translation ©1997, Anne Twitty.
ARCHIPELAGO Vol. 1, No. 1, Spring 1997
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